La proclamación en el Congreso de Tucumán traspasó las
indefinidas fronteras rioplatenses y adquirió una significación
“americanista” al reafirmar la autoridad local y facilitar a San Martín
la realización de su proyecto de liberar Chile y Perú, donde se
encontraba el foco realista.
Por Marta Gordillo (*) |
La declaración de
Independencia, hace 196 años, fue un paso decisivo en la lucha por la
emancipación en la región, más allá de las contradicciones internas que
la retrasaron durante años, porque tuvo el carácter de legitimar la
lucha en otros territorios de América del Sur, subsumidos aún bajo el
poder colonial europeo.
Esta proclamación traspasó las indefinidas fronteras rioplatenses y
adquirió una significación “americanista” al reafirmar la autoridad
local y facilitar a San Martín la realización de su proyecto de liberar
Chile y Perú, donde se encontraba el foco realista.
Había sido San Martín uno de los hombres que tenía una visión y un
compromiso americanista con la emancipación, quien reclamó
insistentemente la declaración de independencia del Río de la Plata, el
único territorio americano en ese momento, además de Haití y Paraguay,
que había logrado romper los lazos coloniales respecto de Francia y
España, respectivamente.
Seis años habían transcurrido desde la ruptura con España en 1810,
pero el gobierno de Buenos Aires vivía en medio de enfrentamientos
regionales que invisibilizaban y retardaban la necesidad que planteaba
San Martín.
Para los hombres del Congreso de Tucumán, el 9 de julio formalizaba y
sellaba no sólo la soberanía y autoridad política del criollismo, sino
que buscará reafirmar la hegemonía porteña y avanzar en un ordenamiento
constitucional, que en sus ansias centralistas, encontrará su propio
derrumbe en 1820.
Pero el carácter americanista de aquella declaración quedó plasmado
rápidamente cuando un año después de la rúbrica partía hacia Chile el
Ejército de San Martín.
Aquella resolución de 1816 avanzó además en su espíritu emancipador
al aprobar que la declaración de independencia se firmaba no sólo en
contra de España sino “de cualquier otra potencia extranjera”.
Esta última definición fue un agregado planteado unos días después
por Pedro Medrano, diputado por Buenos Aires en el Congreso, a raíz de
la cercana y temida presencia de Portugal.
No obstante, ese agregado no evitó, producto de la dinámica que
adquirió el juego de intereses de los sectores de poder a lo largo del
siglo, la posterior intromisión de otras potencias extranjeras como
Inglaterra y menos aún Estados Unidos desde fines del 1800, intromisión
que explica, dos siglos después, la reafirmación de voces que se alzan
en pos de una segunda independencia.
La historiadora Noemí Goldman, docente de Historia Argentina de la
UBA e investigadora del Conicet, aseguró a Télam que como en aquel
momento, “no estaban claros los límites de este futuro Estado Nación,
entonces la independencia se declara de las Provincias Unidas de América
del Sud”.
“Se estaba pensando -añadió- en la posible creación de un Estado de
todo el sur, no sólo del Río de la Plata sino también de lo que aún era
el Virreinato de Perú y la capitanía de Chile”.
En este marco, “está el proyecto sanmartiniano, el de Belgrano de la
monarquía incaica con la capital en Cuzco y no Buenos Aires, todo esto
está puesto en discusión en la época”, destacó.
Con respecto al agregado de Medrano acerca de declararse
independiente de `toda` dominación extranjera, remarcó que como “había
una amenaza permanente de los portugueses a los territorios primero
españoles y después americanos, era muy importante reforzar esa
cláusula”.
No obstante, aseguró que “ése era un principio de afirmación de
independencia, declararse libres de toda sujeción, que estaba en otras
declaraciones de una nueva soberanía”.
Por su parte, el historiador Fabio Wasserman, de la UBA y del Conicet
señaló que frente a la Independencia, “hoy podemos reivindicar o
recuperar algunos puntos que tienen resonancia en la actualidad”.
“Creo que al mirar el proceso revolucionario, no podemos dejar de
pensar en qué significa hoy en día independencia y soberanía, ya que sin
duda tiene elementos en común, pero también se han incorporado, y
podrían incorporarse, otras dimensiones con mayores contenidos sociales,
políticos, económicos y culturales”, aseguró.
“En cualquier caso -dijo- el punto de partida tiene que ser la
consideración de la soberanía popular, aquello que en mayo de 1810
comenzó a plantearse en forma quizás un tanto confusa o ambigua y que a
lo largo de nuestra historia fue puesto en cuestión en más de una
ocasión”.
Precisó que en la actualidad ese principio reafirmado en 1816 y “por
todas las constituciones provinciales y nacionales que serían
sancionadas de ahí en más, implica nuevos valores y nuevas relaciones
sociales”.
“Luchar por ellos permite resignificar o volver a darle un valor a lo
sucedido durante la revolución de independencia, impidiendo que se
transforme en una mera efeméride, un feriado o una estampita”, enfatizó
Wasserman.
(*) Periodista de la agencia Télam