lunes, 24 de septiembre de 2012

Por qué se conmemora la Batalla de Tucumán

 












Entre el 24 y 25 de septiembre de 1812 las inmediaciones de la ciudad de San Miguel de Tucumán fueron el escenario de una batalla librada entre el Ejército del Norte, al mando del general Manuel Belgrano, y las tropas realistas, que lo doblaban en número. Al cumplirse doscientos años se conmemora el hecho, por única vez, con un feriado. Más allá del dato del día no laborable, es importante repasar la gesta con la que se comenzó la recuperación del norte del país.

Fue una de las dos batallas de carácter campal contra los españoles en el territorio argentino. Aquella derrota del ejército leal a la Corona detuvo el avance sobre el noroeste argentino y permitió subirles la moral a nuestras tropas.


Belgrano, acantonado a orillas del río Paraná, había recibido en marzo la orden de hacerse cargo de los hombres al mando de Juan Martín de Pueyrredón. El 23 de agosto inició el retiro en dirección a Tucumán, en lo que se conoció como el Éxodo Jujeño. Además de las tropas, trasladaba a la población civil, que se llevó lo que pudo. Atrás, los campos incendiados. El objetivo era contundente: los realistas no debían encontrar cómo abastecerse. El Ejército patriota contaba con sólo 1.500 hombres y estaba mal pertrechado. Los perseguía el ejército godo del general Pío Tristán.

La orden del Triunvirato era llegar hasta Tucumán, vaciar la ciudad y trasplantar la fábrica de fusiles para establecerse en Córdoba, frente a la avanzada realista. Si Belgrano hubiera obedecido se hubiera perdido el norte argentino.

El General simuló tomar un camino que se dirigía a Santiago del Estero. Así, Tristán creyó que Belgrano abandonaba Tucumán, con lo cual descuidó las más elementales precauciones de orden militar. El 3 de septiembre, las tropas patriotas no tuvieron más remedio que combatir a orillas del río Las Piedras. El triunfo sobre los españoles alentó a Belgrano a resistir en Tucumán, en clara desobediencia a Buenos Aires, por lo que envió a Juan Ramón Balcarce para preparar una reunión con los vecinos más “notables” de la ciudad.

El vecindario tucumano respondió con entusiasmo y el Cabildo envió una diputación a Belgrano, para persuadirlo a quedarse en Tucumán para organizar la defensa y presentar combate al invasor. La derrota en Las Piedras hizo que los españoles vacilaran, por lo que el Ejército patrio contó con doce días para organizar sus tropas.

Por la poca cantidad de fusiles se creó la lanza de mano -que no era otra cosa más que una pica con un cuchillo en la punta atado con cuero- para poder herir desde cierta distancia. También armaron una milicia, con caballería incluida.
El 23 de septiembre el general Tristán tuvo la máxima sorpresa al avistar la ciudad de Tucumán y advertir la presencia de Belgrano y su ejército en ella. Nuestras tropas reunían 1.800 hombres y cuatro piezas de artillería. Los españoles, 3.200 soldados y 13 cañones.


Se enfrentaron al día siguiente, la mayor parte del tiempo en medio la oscuridad que provocó una inmensa manga de langostas que apareció durante el combate, donde se destacó la caballería gaucha, tucumana en su mayor parte, por el ala derecha. Al día siguiente, la suerte se selló en favor de los patriotas.

Animado por la victoria, el Ejército del Norte persiguió a los realistas hasta Salta, donde los derrotó el 20 de febrero de 1813.
                                                                                                                                                                                                                       Fuente: Federico Luzzani - Tiempo Argentino.

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